Me hace gracia la importancia que se da al hecho de que Elon Musk haya comprado Twitter.
Como compra impresionante, lo es. Aunque sólo sea por la pasta que implica.
Yo soy un usuario, relativamente antiguo, pero poco entregado a la causa de la evangelización tuitera. Y al mismo tiempo, observo como la mayoría de las polémicas que tanto nos apasionan tienen un mínimo impacto en la vida real. Mi madre, mi suegro, mi mujer, mis hermanos, casi todos mis sobrinos y el 50% de mis hijos ignoran la existencia de la red del pajarito con una facilidad pasmosa.
La cuestión es que, a todos los que estamos enganchados, nos parece lo máximo, pero lo cierto es que cuando "arden las redes", no desprenden ningún calor en la calle que impida que la vida continúe con su terca mansedumbre inexorable.
A mi me gusta, sobre todo, porque me permite debatir en ocasiones con gente muy distinta a mi modo de pensar, pero creo entiendo que hay muchos usuarios para los que es su sagrada trinchera en la que defienden los más altos e irrenunciables principios.
En este sentido, anda parte de la "derecha" tuitera celebrando la compra porque "se va a acabar la censura", "le van a devolver la cuenta a Trump", y sobre todo porque básicamente "se ha ganado una batalla contra la izquierda mainstream que dominaba al pajarito" y sobre todo "se va a recuperar la neutralidad de Twitter".
Bueno, puede que haya alguna pequeña realidad matizable de todas estas afirmaciones, pero lo que de verdad importa, es que todo esto esto, sobre todo lo de la neutralidad, es algo que dependerá de la voluntad de un señor que será tan neutral como les salga de las narices y que, si se cansa del juguete, lo venderá al mejor postor o lo dejará morir sin despeinarse.
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