domingo, 21 de junio de 2020

Leed malditos!

Una de las cosas a las que te obliga la paternidad es a convertirte en un coñazo de la repetición.

- Recoge tu habitación.
- Apaga la Play y acuéstate ya.
- Acaba lo que tienes en el plato.
- Estudia
- Organízate mejor, no dejes todo para última hora.
- Lávate los dientes.
- Haz la cama.
- Apaga las luces que no uses.
- No malgastes tanta agua.
- Baja la música.

Estas frases que tanto me fastidiaba oir en mi turbia adolescencia, son las que ahora entono con mayor frecuencia, y he de admitir que, pese a que sé con seguridad que son absolutamente necesarias, también son extremadamente aburridas.
Además, el momento en que te ves obligado a pronunciarlas no es el mejor desde un punto de vista emocional. Has esperado a que el destinatario actúe por su cuenta. Que se obre el milagro y lo haga por las buenas sería algo que haría brotar una beatífica sonrisa y te moviera a pensar que "aún hay esperanza". Pero no. Los minutos pasan. Las horas también, y podrían pasar los días, meses y años dejando en el suelo esos calcetines sudados, esos ejercicios de Matemáticas a medias, o ese par de cucharadas de lentejas en el plato.
Y entonces lo dices, lo gritas, lo exijes, y se acabó la paz y el buenrollismo que ellos finiquitan recordándote lo pesado que eres, y yo sentencio diciendo que, efectivamente, esa es mi obligación, ser pesado para que ellos dejen de ser desastres con patas.
A veces me fallan las fuerzas y la convicción y no cumplo con mi deber porque ser pesado es una carga muy dura. Uno también tiene sus debilidades. Bastantes, de hecho.

Pero hay una de esas cosas que repito todos los días de la que no me canso: Leed, malditos, leed. Porque no es aburrido en absoluto, sino todo lo contrario. Vas a descubrir cosas flipantes. Hechos que te dejarán con la boca abierta, como que los romanos tenían hasta un dios para las flatulencias (Crepitus), o que no fue David Niven quién acabó con la revuelta de los boxers, sino el embajador español en China D. Bernardo de Cologan (que en la película solo se le muestra abanicándose  desmayadamente), o que los Estados Unidos han tenido presidentes más controvertidos que Trump en el siglo XIX.

Vas a desarrollar tu forma de pensar, e incluso, si eres realmente fuerte mentalmente, serás capaz de leer algo con lo que no estás de acuerdo sin tener la posibilidad de rebatirlo. Quizá hasta seas capaz de entenderlo, razonarlo, rebatirlo y, en el culmen de la realización intelectual, hasta escribir algo mejor que exponga tu opinión y que, de paso, haga reflexionar a otros que no piensan como tú.

Eso, eso, ya sería la leche y me haría feliz. Por eso, no me voy a cansar de repetirlo. 



domingo, 7 de junio de 2020

Profundito

Últimamente, cuando me pongo a los mandos de este rincón olvidado por las musas de la literatura, me empeño en intentar salvar al Mundo. Con mi falta de criterio, mi volubilidad y mis carencias, intento aportar reflexiones que hagan abrir los ojos a la Humanidad.
Lamentable, francamente lamentable. De hecho, si mi yo punk me observara, me enseñaría el dedo corazón de ambas manos sin dudarlo.
¿Pero qué te has creído Profundito? ¿Acaso eres tú el más listo de tu casa?
Entonces mi yo superior, ese que calla y sonríe con sabiduría sabiéndose poseedor de la Verdad ante la ignorancia de la gente, se quedaría petrificado cual conejo a medianoche en carretera alumbrada por un par de faros cegadores, para recibir la merecida y correspondiente bofetada de realidad.
De todas formas, aún reconociendo mis inagotables errores, mi yo contumaz confía en que, tarde o temprano vuelva a tener un brote de redentorismo para dar la matraca con las más diversas soluciones simples a problemas complejos que las más altas instituciones mundiales no logran vislumbrar, pero yo veo con claridad pasmosa.
Bueno majos, pues eso, mi yo distante os envía un saludo cordial mientras pienso en qué habrá para comer hoy.