domingo, 16 de enero de 2022

Miedo a hablar

En casa discutimos. Sobre todo mi hija adolescente y yo. Mi mujer y mi hijo odian que lo hagamos, pero lo cierto es que cuando nos ponemos, es difícil parar. Supongo que, en su caso es porque, aparte de ser vehemente y extremadamente lista, también está bien informada y es esclava de su tiempo en cuanto a qué se debe pensar sobre qué asuntos. 

En mi caso no es así. No reúno tantas cualidades intelectuales. Soy consciente de que mi yo de 17 años habría considerado a mi princesa como un ser de luz inalcanzable intelectualmente hablando. No voy a entrar en detalles, pero mi herencia intelectual se compone de un mosaico realmente complicado de explicar. Bueno, en todo caso, lo que a mí me impide parar de discutir es el gusto por discutir en un entorno seguro

Eso es lo triste, que para hablar con libertad hay que hacerlo en entorno de confianza en el que el amor está por encima de las posiciones enfrentadas. De esta forma puedo argumentar con ella mi oposición a que las dosis de refuerzo, que me parecen una tomadura de pelo; a que la legislación que favorece a un género o una opción sexual es tan errónea como el propio machismo, o que hay que adaptarse al Cambio Climático más que "luchar" contra el mismo porque es absolutamente imparable.

Posiciones todas ellas que tan sólo serían entendidas por un viejo lesbiano, como diría F. Barrio, pero que el resto de la "opinión pública" consideraría de un fascismo ignorante obsoleto y repugnante. 

Cuando tenía 20 años me importaba una higa lo que opinara el resto, pero,  ¡ah amigo! con 50, un trabajo, dos adolescentes y un perro, prefiero tener un perfil bajo como dicen los criminólogos... los criminólogos, ¡tocate los pies!. 

En fín, es lo que hay. 

Por cierto "Señora que me llamó la atención el otro día por no llevar la mascarilla puesta en una calle desierta a pesar de que me la puse en cuanto me abroncó", ni soy mala persona, ni irresponsable. Solo estoy un poco harto, eso es todo. Ahora bien, también le digo que es posible si me vuelve a llamar la atención de una manera que considero injustificada, me echaré al monte sin remisión. Avisada queda.   

 

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