jueves, 27 de enero de 2022

Monerías y redes sociales

Cuando me enteré de la existencia de las redes sociales, me apresuré a abrir una cuenta en Facebook. No sé que fecha sería. El registro de actividad de mi cuenta me deja llegar a Abril de 2008, pero yo creo que tenía la cuenta desde varios años antes. 

Recuerdo que al principio me pareció fascinante el hecho de poder buscar y encontrar a todo tipo de gente que había formado parte de mi vida. Encontrabas a alguien, no sé, del colegio y conectabas, y veías sus fotos y le preguntabas que qué tal todo, que si el trabajo, la familia... En un período relativamente corto de tiempo alcancé un número de "amigos en Facebook" realmente abultado, al menos a mi entender. Con el paso del tiempo, lejos de ver esto como una ventaja, empezó a ser un inconveniente tanto el ver comentarios con los que no simpatizaba, como a inhibirme de publicar según qué opiniones absolutamente personales. El problema no era la gente sino la publicidad de publicaciones personales y la interacción como fruto de esa publicidad. 

A ver, es cierto que no tengo 300 amigos, pero de todos los amigos que he tenido en Facebook, a ninguno he aceptado por compromiso. Todos ellos es gente con la que he sentido cierto vínculo, simpatía o cercanía en alguna etapa de mi vida, y a los que por tanto, guardo cierto grado de cariño. Gente entrañable de algún modo. De todos guardo algún buen recuerdo.  Por eso me resultada incómodo ser testigo de algunas declaraciones demasiado personales y discusiones de terceros sobre las mismas , que a su vez me hacían pensar que mis oportunísimas reflexiones podrían ser consideradas ofensivas o extrañas si se leían sin conocer el contexto que las daba origen. Resulta gracioso ahora recordar los correos de publicidad que recibía sobre unas aplicaciones que te revelaban quién te había dejado de seguir en Facebook. De este modo he ido dejando de usar Facebook manteniendo un perfil bajo desde hace muchos años. Entiendo que es una herramienta que puede ser muy útil para vender algo, pero francamente, la venta nunca ha sido lo mío.  

Mi conclusión, seguramente errónea, fue que era malo tener tantos amigos en una red social. Entonces descubrí Twitter y me uní en 2013. Me pareció, y me sigue pareciendo, la red que mejor encaja conmigo. Si no recuerdo mal, allí no tengo ningún amigo, simplemente seguidores (pocos) de quita y pon. Es cierto que tiene muchas cosas malas y que el anonimato hace crecerse a según qué pirados, pero en general, y si no se te va la pinza, me parece que es un medio muy interesante para mantenerse informado, tanto de los medios tradicionales, como y sobre todo, de los nuevos e informales, e incluso mantener discusiones bizantinas de alto nivel. Gente muy interesante, mezclada con gente extremadamente estúpida y un sin fin de gente tal vulgar como el que suscribe. Vamos, como la vida misma. 

Por último, y a fuerza de intentar (vanamente) controlar a mis vástagos, me hice una cuenta de Instagram, pero sinceramente, nunca llegué a usarla ni entenderla realmente. Mi control fue ampliamente burlado por todos los flancos y nunca llegó a interesarme. No obstante, ahora que ya esa batalla está perdida, me he intentado acercar a esta plataforma y, francamente, lo que he visto, no me ha gustado nada. No es por el contenido. Mucha gente guapísima, monísima y graciosísima, pero poco fuste. La cuestión es que te puedes pasar horas haciendo dándole con el dedito hacía abajo y descubriendo millones de videos de gente haciendo monerías que, tampoco es que aporten demasiado. 

Ah bueno, miento, también me hice una cuenta de Linkedin, pero sinceramente, sin comentarios. 


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