viernes, 28 de enero de 2022

Ucrania y desinformación

Lo que ocurre en Ucrania parece depender del color del cristal con que se mira. 

No debería ser así, más que nada porque hay hechos históricos perfectamente documentados y hasta ahora aceptados que debería dejar las cosas claras para todo espectador no involucrado. Pero ahora no es así. Ahora se reescribe la Historia continuamente. Lo que ayer era blanco, hoy es cuando menos gris oscuro, casi negro. 

No hace falta remontarse al Rus de Kiev para poder interpretar la situación, pero a poco que se conozca la historia de las relaciones entre la URSS o Rusia y Ucrania en los últimos 100 años se puede adivinar que no ha sido todo amor. No es nada nuevo: países vecinos, con poblaciones mezcladas que se miran con demasiado recelo. La Historia está plagada de ejemplos. 

Lo que me sorprende es esta capacidad que tenemos en Occidente para retorcer los hechos y reinterpretar lo que ya estaba bien clarito. Ahora el Euromaidan fue una injerencia de la UE y la OTAN, pese a que la OTAN no pintaba nada en esa vaina. El millón de personas que tomó la plaza entonces eran poco menos que agentes de la CIA y todos los ucranianos son unos títeres de la OTAN que, por supuesto, les ha abducido. 

Por ello, cuando un asunto se embarra de esta manera, lo mejor es acudir al Derecho, en este caso el Derecho Internacional Público. Desde 1991 Ucrania obtuvo su independencia y se constituyó como Estado soberano con una población y un territorio cierto delimitado por unas fronteras muy claras. Al menos eran claras hasta que en 2014 unos hombrecillos verdes con estructura de ejercito de una gran potencia, pero sin banderas ni distintivos de ningún tipo, ayudaron a unos patriotas rusos a declararse independientes de Ucrania para, acto seguido, declararse dependientes de la Federación Rusa. Pese a lo anormal de esta situación, nadie movió un dedo más allá de algunas sanciones económicas que evidentemente no consiguieron revertir esa extraña situación. 

Pero bueno, volvamos al debate jurídico. Cualquier Estado soberano es libre de establecer las alianzas que considere oportunas para mejorar su comercio, su cultura, o la defensa de su territorio. Considerar lo contrario es sencillamente  dogmático y manipulador. Considerar que se puede doblegar la voluntad de un estado soberano acumulando tropas en su frontera bajo la amenaza de invasión y luego mantener una negociación con otra potencia sobre el futuro del país amenazado es simplemente una sinvergonzonería que debe preocuparnos. 




jueves, 27 de enero de 2022

Monerías y redes sociales

Cuando me enteré de la existencia de las redes sociales, me apresuré a abrir una cuenta en Facebook. No sé que fecha sería. El registro de actividad de mi cuenta me deja llegar a Abril de 2008, pero yo creo que tenía la cuenta desde varios años antes. 

Recuerdo que al principio me pareció fascinante el hecho de poder buscar y encontrar a todo tipo de gente que había formado parte de mi vida. Encontrabas a alguien, no sé, del colegio y conectabas, y veías sus fotos y le preguntabas que qué tal todo, que si el trabajo, la familia... En un período relativamente corto de tiempo alcancé un número de "amigos en Facebook" realmente abultado, al menos a mi entender. Con el paso del tiempo, lejos de ver esto como una ventaja, empezó a ser un inconveniente tanto el ver comentarios con los que no simpatizaba, como a inhibirme de publicar según qué opiniones absolutamente personales. El problema no era la gente sino la publicidad de publicaciones personales y la interacción como fruto de esa publicidad. 

A ver, es cierto que no tengo 300 amigos, pero de todos los amigos que he tenido en Facebook, a ninguno he aceptado por compromiso. Todos ellos es gente con la que he sentido cierto vínculo, simpatía o cercanía en alguna etapa de mi vida, y a los que por tanto, guardo cierto grado de cariño. Gente entrañable de algún modo. De todos guardo algún buen recuerdo.  Por eso me resultada incómodo ser testigo de algunas declaraciones demasiado personales y discusiones de terceros sobre las mismas , que a su vez me hacían pensar que mis oportunísimas reflexiones podrían ser consideradas ofensivas o extrañas si se leían sin conocer el contexto que las daba origen. Resulta gracioso ahora recordar los correos de publicidad que recibía sobre unas aplicaciones que te revelaban quién te había dejado de seguir en Facebook. De este modo he ido dejando de usar Facebook manteniendo un perfil bajo desde hace muchos años. Entiendo que es una herramienta que puede ser muy útil para vender algo, pero francamente, la venta nunca ha sido lo mío.  

Mi conclusión, seguramente errónea, fue que era malo tener tantos amigos en una red social. Entonces descubrí Twitter y me uní en 2013. Me pareció, y me sigue pareciendo, la red que mejor encaja conmigo. Si no recuerdo mal, allí no tengo ningún amigo, simplemente seguidores (pocos) de quita y pon. Es cierto que tiene muchas cosas malas y que el anonimato hace crecerse a según qué pirados, pero en general, y si no se te va la pinza, me parece que es un medio muy interesante para mantenerse informado, tanto de los medios tradicionales, como y sobre todo, de los nuevos e informales, e incluso mantener discusiones bizantinas de alto nivel. Gente muy interesante, mezclada con gente extremadamente estúpida y un sin fin de gente tal vulgar como el que suscribe. Vamos, como la vida misma. 

Por último, y a fuerza de intentar (vanamente) controlar a mis vástagos, me hice una cuenta de Instagram, pero sinceramente, nunca llegué a usarla ni entenderla realmente. Mi control fue ampliamente burlado por todos los flancos y nunca llegó a interesarme. No obstante, ahora que ya esa batalla está perdida, me he intentado acercar a esta plataforma y, francamente, lo que he visto, no me ha gustado nada. No es por el contenido. Mucha gente guapísima, monísima y graciosísima, pero poco fuste. La cuestión es que te puedes pasar horas haciendo dándole con el dedito hacía abajo y descubriendo millones de videos de gente haciendo monerías que, tampoco es que aporten demasiado. 

Ah bueno, miento, también me hice una cuenta de Linkedin, pero sinceramente, sin comentarios. 


domingo, 16 de enero de 2022

Miedo a hablar

En casa discutimos. Sobre todo mi hija adolescente y yo. Mi mujer y mi hijo odian que lo hagamos, pero lo cierto es que cuando nos ponemos, es difícil parar. Supongo que, en su caso es porque, aparte de ser vehemente y extremadamente lista, también está bien informada y es esclava de su tiempo en cuanto a qué se debe pensar sobre qué asuntos. 

En mi caso no es así. No reúno tantas cualidades intelectuales. Soy consciente de que mi yo de 17 años habría considerado a mi princesa como un ser de luz inalcanzable intelectualmente hablando. No voy a entrar en detalles, pero mi herencia intelectual se compone de un mosaico realmente complicado de explicar. Bueno, en todo caso, lo que a mí me impide parar de discutir es el gusto por discutir en un entorno seguro

Eso es lo triste, que para hablar con libertad hay que hacerlo en entorno de confianza en el que el amor está por encima de las posiciones enfrentadas. De esta forma puedo argumentar con ella mi oposición a que las dosis de refuerzo, que me parecen una tomadura de pelo; a que la legislación que favorece a un género o una opción sexual es tan errónea como el propio machismo, o que hay que adaptarse al Cambio Climático más que "luchar" contra el mismo porque es absolutamente imparable.

Posiciones todas ellas que tan sólo serían entendidas por un viejo lesbiano, como diría F. Barrio, pero que el resto de la "opinión pública" consideraría de un fascismo ignorante obsoleto y repugnante. 

Cuando tenía 20 años me importaba una higa lo que opinara el resto, pero,  ¡ah amigo! con 50, un trabajo, dos adolescentes y un perro, prefiero tener un perfil bajo como dicen los criminólogos... los criminólogos, ¡tocate los pies!. 

En fín, es lo que hay. 

Por cierto "Señora que me llamó la atención el otro día por no llevar la mascarilla puesta en una calle desierta a pesar de que me la puse en cuanto me abroncó", ni soy mala persona, ni irresponsable. Solo estoy un poco harto, eso es todo. Ahora bien, también le digo que es posible si me vuelve a llamar la atención de una manera que considero injustificada, me echaré al monte sin remisión. Avisada queda.