Al hilo de lo que comentaba ayer torpemente, creo que el temor a cagarla al expresar una idea, aunque siempre ha existido, se ha exacerbado en los últimos tiempos.
Desde que tenemos redes sociales, y todo queda "por escrito", nos hemos vuelto un poquito timoratos. Bastante. Bueno, que cxxxxxx, ¡un huevo!. En este sentido, en analogía al pánico escénico, estaría el pavor al zasca en redes sociales: una cita mal contrastada, una coma dónde no es, una tilde distraída, y ¡Ah, amigo: lascagao!, la jauría redsocialense que no piensa como tú, te cae encima como los espartanos sobre los pesas en el Paso de las Termópilas (rezo a Dios por no haberme equivocado con la cita histórica).
Cuando era mozo, pese a ser un tímido de libro, había momentos en los que me soltaba la melena. Entonces, la cagaba con ensañamiento y alevosía. Me recreaba en mis errores y los cometía una y otra vez. Luego, llegaba el día siguiente y comenzaba la penitencia, el dolor de conciencia, la contrición, el dolor de los pecados y el propósito de enmienda. Por supuesto, como aparte de todo ello, era un pecador irredento, volvía al error tan pronto como tenía oportunidad de hacerlo.
¿Era más torpe, más machista, más retrógrado, menos empático entonces? Sin duda. ¿Más feliz? ¡Pues también, he de confesar! Ahora soy super progresista, feminista (aunque nunca es suficiente), moderno y super-empático, pero miedica y reprimido, pues también mucho más.
Y que luego me hablen de la Censura del Régimen. Por lo menos ese era un funcionario bien retribuido (de nuevo, cita histórica sin haber contrastado la información ¡demonios!), pero es que ahora ¡tenemos el censor instalado gratis en nuestra mente!.
Como despedida, pido perdón a tod@s a quienes esta humilde, superflua e innecesaria reflexión hubiera podido ofender.
¡Hala majes, vayan ustedes con Dios o la República!
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