Son tres individuos en moto por algún lugar del Tibet (autor Reinhard Krause - Reuters). No se de donde vienen, ni a donde van, ni si es un viaje de placer, o van a currar, o vuelven de copas de algún garito nepalí donde tienen una gran leche de yak (allí no hay leche pantera, pero al tiempo).
Me gusta la foto, pero no se que pensar. Por una parte, me recuerda a algo que viví en Túnez (salvando las distancias térmicas), donde cruzando el desierto de sal en un todo terreno a toda velocidad, adelantamos a un ser que caminaba con tres camellos atados. Digo ser, con todos los respetos, dudando de su naturaleza humana porque le encontramos en un sitio imposible, muy muy lejos de cualquier lugar habitable. Aquella imagen me sugirió que el protagonista era un superhombre que tranquilamente cruzaba el desierto como quién se da un paseito por el Retiro haciendo uso de una libertad ilimitada sin horarios ni oficinas, mientras que la realidad, probablemente, sería muy distinta, no tan idílica como mi imaginación sugería. Quizá iba al mercado mas "cercano" a vender los camellos para poder casar a su querida hija con cualquiler capullo...
También me recuerda, como no, a mis quince años. Tres en moto, y el tercero con la consabida consigna del piloto "Si viene la Guardia Civil, te tiras, eh?...". Que recuerdos.
Todo depende del cristal con que se mire. Por ejemplo, el sábado me puse contento después de que Pequeñín se hiciera una brecha en la frente. No, no he perdido el poco juicio que me queda, sencillamente es que desde el viernes vuelve a caminar y bueno, la brecha, son gajes del oficio de un niño que no para un segundo (como debe ser). No es que me alegrara de la brecha, sino de que le pasara lo que le pasa a los otros niños. Procedimos a curarle, consolarle, y a aconsejarle que no fuera tan bruto. Mamá llorando "porque todo le pasa a él" y papá sonriendo por dentro porque hemos vuelto a la "normalidad".
En fin, buena semana a todos.
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