Van de la mano. Siempre, y el que diga lo contrario, o es necio o miente.
Hace un par de días, comiendo con mi excelsa jefa y otra jefa, me saltaron al cuello cuando reflexioné sobre semejante idea.
Empezaron a decir que no, que "antes" la política era diferente, que se basaba en la honestidad, que los políticos de ahora son unos sinvergüenzas, y todo ese rollo tan actual y, al mismo tiempo, tan "de siempre". No quise entrar al trapo, porque me he propuesto no entrar a casi ningún trapo, y me tragué el discurso de la honradez de la política de antes.
Pues, como decía Ozores "¡No, hija no!", la Política nunca ha sido sincera y pocas veces honrada. Desde Grecia hasta Trump, la inmensa mayoría de personas, personajes y personajillos que se han dedicado a la Política se han visto en la obligación de mentir, esquivar, o matizar sus principios en aras a un objetivo político que mereciera la pena.
Y es que, la Política es eso. Consiste en lograr acuerdos. En Democracia, si quieres llegar a un acuerdo que sirva para algo y que tenga un mínimo de durabilidad, debes contar con el apoyo de otro grupo fuera de tus palmeros. Y cuando más alejado esté de tus posiciones ideológicas, más valor tendrá ese acuerdo.
Pues bien, para eso, el político de verdad tendrá que tragarse algún sapo y acaso retorcer esos principios que son, tan inamovibles durante la campaña, y tan maleables en el Gobierno.
Invito al amable lector a seleccionar a sus políticos preferidos y a estudiar su biografía política, desde sus inicios hasta sus finales, para comprobar que, con una perspectiva amplia no hay principio que cien años dure.
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