A lo largo de mi vida estudiantil conocí multitud de Revoluciones. La francesa, la industrial, la rusa, la descolonización... todas ellas de gran trascendencia, tanto por los cambios que supusieron, como por el coste en vidas que acarrearon. Pero parece que a medida que pasa el tiempo el espiritu revolucionario se va a apagando, y aunque queda algún jacobino por ahí, lo cierto es la inmensa masa popular susceptible de convertirse en turba arrolladora que derroque un régimen, prefiere ver la tele a hacer la Revolución.
La única revolución que recuerdo haber vivido es la de la Termomix, y francamente, me deja un poco frio (soy más de puchero, aunque no descarto caer en la tentación por presiones diversas). Si, he sido testigo de ciertas revueltas. Algunas más importantes que otras: desde los disturbios raciales de Los Angeles por el caso Rodney King, las gamberradas anti-globalización y hasta las algaradas de estudiantes en Francia, pero en estos casos tan solo consiguieron salir en la tele y el único coste que supusieron fue en cristalería para los dueños de los escaparates destrozados.
¿Que ha pasado?
A mi entender, una Revolución requiere mucho tiempo, esfuerzo y sacrificio, tres cuestiones que nadie ha conseguido reunir en cantidad suficiente ultimamente. Si, se consigue reunir a una multitud para manifestarse una tarde, o a unos cuantos para tirar botellas a la policia un sábado por la noche, pero poco más.
Y es que, se está tan bien en el sofá frente a la tele.
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