Pasado el momento del cambio de año, el momento cursi y banal, he descubierto cual ha de ser mi propósito para el año nuevo (que le vamos a hacer, soy así, de reacciones lentas). Voy a intentar no ser envidioso.
Por qué? Pues porque he observado que las cosas que me cabrean, lo hacen más por comparación que por el hecho mismo cabreante. Veamos un ejemplo, estoy en una frustrante cola para hacer una gestión (lamento la rebundancia, cualquier cola es frustrante), y el que está detras de mi se encuentra casualmente con una vieja amiga a punto de ser atendida que, tras los abrazos y preguntas de rigor se ofrece a hacerle la gestión para irse luego a tomar un café y charlar un rato. Es la típica situación que me tocaría las ingles, y lo peor no sería que llevo media hora de pie esperando, sino pensar que el capullo que tenía detras, ya ha hecho lo que yo quiero hacer y encima se está tomando un café placidamente y recuperando una vieja amistad, y quién sabe si un romance en ciernes... el muy adultero CABRÓN...
Dicen (no se quién, soy muy malo para las citas) que la envidia es el pecado nacional, y estoy de acuerdo, y lo cierto es que hay que joderse, porque la envidia es una estupidez y no conduce a ningún sitio. Cuando se siente envidia por algo, concentramos nuestros esfuerzos por conseguirlo descuidando otras cosas, y una vez conseguido el deseo desaparece y aparece otro motivo de deseo, de envidia, de frustración e insatisfacción, y así hasta el infinito.
Por eso, me he propuesto luchar contra esta absurda perversión nacional. Además, seguro que en otros países tienen pecados nacionales que molen más, como la gula, o la lujuria... que cabrones!!!...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario