Una mañana más en la oficina. Para el resto, que como siempre comentaban lo enganchados que estaban a ésta o aquella serie, o la última trastada de su Alvarito en el cole, o el peso que había perdido Julio, el de Control de Gestión, desde que se había separado de su mujer.
Pero nada era igual para mí. Ya no vería ninguna serie nueva que me propusiera mi mujer, ni me enteraría de las monerías de mis hijos y, los comentarios sobre mi potencial pérdida de peso, a partir de ahora comenzaba a preocuparme.
Aquello fue el tránsito del estado de estupor inicial a la desolación absoluta por la pérdida de cosas que no había apreciado hasta el momento. Tal era mi estado que, no sólo mi productividad aquella mañana se vió seriamente afectada, sino que, dentro de lo que poco que hice, los cuezos fueron tantos y tan disparatados que pronto traerían consecuencias infelices para su autor. Por fortuna, aquel día, antes de apagar el ordenador al terminar la jornada, una débil luz se encendió en mi cerebro para darme cuenta de alguno de los errores cometidos. Fue entonces cuando, en contra de mis principios más arraigados, me ví forzado a alargar mi jornada laboral más allá de sus limites contractuales. Estuve valorando dejarlo para el día siguiente cuando, quizá, mi estado de ánimo se habría recuperado parcialmente, pero mi esmirriada profesionalidad pudo por una vez más que mi oronda pereza, y decidí que hoy, como fuera tenía que remitir la documentación del Expediente Ferreras a la Administración si no quería verme también fuera del mercado laboral.
- ¡Joé qué tarde llegas! ¿Estás haciendo méritos para ganar más como recién divorciadito?
De esta guisa me recibió Luisito. Nunca fue un tío con mucho tacto ni empatía. Valoré mandarle a la mierda, pero no era plan estando en su casa, de modo que, una vez más ante un mar de emociones y respuestas a las mismas, me dejé llevar y el llanto empezó a brotar de manera tan sorprendente como liberadora.
El más sorprendido fue Luisito que, ahora sí, quedó hondamente preocupado por un espectáculo tan desconcertante.