Hay miles, quizá millones, de obras de Arte absolutamente sublimes. Obras que se han vendido, o han generado cantidades de dinero que exceden todo lo razonable. Obras que, muchos casos, inspiran a otros artistas y, de alguna forma, dan sentido a las metas y creencias de la Gente.
A mi me encanta el Arte. Todo.
A ver, no seamos cretinos. Me refiero todas las disciplinas artísticas.
Cuando era niño se decía que había 6 disciplinas artísticas: música, pintura, escultura, arquitectura, literatura y danza. Por eso, al cine, a la interpretación, se le denomina el 7º arte.
Bien, pues soy capaz de babear con -según que obras de- cada una de las disciplinas. Rectifico, no es que "sea capaz" o que tenga que hacer un esfuerzo para ello, es que simplemente me sucede.
Aunque, no se por qué personalizo, porque esa "capacidad" la he observado en toda clase de personas. Unos se quedan petrificados al pie de la torre Eiffel, otros lloran con Tristán e Isolda, los más se maravillan con Los Girasoles de Van Gogh, o con Tintín en América.
Una obra de Arte lo es cuando es capaz de emocionar a alguien.
Nada que ver con su valor (monetario), o su valoración intelectual por parte de pretendidos entendidos.
¿Acaso el primer dibujo de su mamá de cachorro humano no es lo más conmovedor para su madre? ¿No lo es cualquier rima que un enamorado dedica a su media naranja?
Una obra de Arte lo es cuando es capaz de emocionar a alguien.
Nada que ver con su valor (monetario), o su valoración intelectual por parte de pretendidos entendidos.
¿Acaso el primer dibujo de su mamá de cachorro humano no es lo más conmovedor para su madre? ¿No lo es cualquier rima que un enamorado dedica a su media naranja?
Al fin y al cabo, el Arte es provocador de emociones, y las emociones nos mueven, nos motivan y nos hacen vencer obstáculos que creíamos insuperables.
Es magia pura. Por eso, entiendo que algunos se dejen llevar por la emoción e intenten darle un valor monetario, craso, pero entendible, error.
Por eso, porque estamos profundamente conmovidos, tenemos ese ansia de conocer y admirar al autor de la obra, al Artista. Y además, cómo, en el caso de las obras admiradas por la mayoría, nuestro fervor rivaliza con el del vecino, también nuestra veneración se agiganta y, a alguno le hace perder la cabeza.
Sin embargo, cuando te pones a investigar un poco, no parece que la mayoría de artistas merezcan mucho la pena.
Tras mucho cavilar, creo que la Obra de Arte trasciende al artista. Le supera y de alguna forma, le ningunea. No es que el artista no sea interesante, la cuestión es que su obra es fruto de un momento que llegó, inspiró y se marchó, dejando al artista vacío a la espera de otro momento que le motive a crear algo que merezca la pena. Los buenos siguen creando obras sublimes, pero entre obra y obra, también comen, beben, duermen, cobran (con suerte), dicen tonterías y hacen otras muchas cosas que no interesan a nadie (por muy flipado que seas).
Recuerdo que hace años, cuando el prescindible premier David Cameron expresó su admiración por la obra de los Smiths, el líder de la banda dijo algo así como que le prohibía disfrutar de sus canciones por el simple hecho de discrepar profundamente de sus ideas políticas, declaraciones que, una vez pasado el momento de euforia del fanatismo groupie momentáneo, tuvieron el mismo interés que el del propio artista obrando en el excusado de su mansión. En fin. Por muy artista que seas una vez publicada tu obra tendrás derecho a cobrar por ella, no digo que no, pero no a que otros la admiren y la vivan como les parezca oportuno.
Si no hay un significado unívoco y exento de interpretación ni en la Ley, imagínate en el Arte. Pretender lo contrario parece una necedad.
Y, por el momento, no tengo más que decir al respecto, aunque el tema no esté ni mucho menos terminado.
Es magia pura. Por eso, entiendo que algunos se dejen llevar por la emoción e intenten darle un valor monetario, craso, pero entendible, error.
Por eso, porque estamos profundamente conmovidos, tenemos ese ansia de conocer y admirar al autor de la obra, al Artista. Y además, cómo, en el caso de las obras admiradas por la mayoría, nuestro fervor rivaliza con el del vecino, también nuestra veneración se agiganta y, a alguno le hace perder la cabeza.
Sin embargo, cuando te pones a investigar un poco, no parece que la mayoría de artistas merezcan mucho la pena.
Tras mucho cavilar, creo que la Obra de Arte trasciende al artista. Le supera y de alguna forma, le ningunea. No es que el artista no sea interesante, la cuestión es que su obra es fruto de un momento que llegó, inspiró y se marchó, dejando al artista vacío a la espera de otro momento que le motive a crear algo que merezca la pena. Los buenos siguen creando obras sublimes, pero entre obra y obra, también comen, beben, duermen, cobran (con suerte), dicen tonterías y hacen otras muchas cosas que no interesan a nadie (por muy flipado que seas).
Recuerdo que hace años, cuando el prescindible premier David Cameron expresó su admiración por la obra de los Smiths, el líder de la banda dijo algo así como que le prohibía disfrutar de sus canciones por el simple hecho de discrepar profundamente de sus ideas políticas, declaraciones que, una vez pasado el momento de euforia del fanatismo groupie momentáneo, tuvieron el mismo interés que el del propio artista obrando en el excusado de su mansión. En fin. Por muy artista que seas una vez publicada tu obra tendrás derecho a cobrar por ella, no digo que no, pero no a que otros la admiren y la vivan como les parezca oportuno.
Si no hay un significado unívoco y exento de interpretación ni en la Ley, imagínate en el Arte. Pretender lo contrario parece una necedad.
Y, por el momento, no tengo más que decir al respecto, aunque el tema no esté ni mucho menos terminado.