jueves, 11 de agosto de 2016

Acuerdo

Soy prudente. A veces demasiado.
Lo malo de los prudentes es que solemos ser introvertidos, y la combinación de ambas características tiene su peligro. No molestamos, no incordiamos. Nos mordemos la lengua en bastantes ocasiones.
A menudo, cuando los otros, los extrovertidos, los que no se cortan un pelo, están pontificando sobre lo divino y lo humano, nos gustaría intervenir... perno nunca vemos el momento. Y así, el vaso de la frustración se va llenando. Gotita a gotita, hasta rebosar. Y cuando se desborda, la marea de ideas y argumentos que hemos acumulado, tropieza con nuestra la falta de costumbre para expresarnos, de manera que más allá de las ideas expresamos, precisamente eso, frustración y rabia. Así que, llegamos a la conclusión de que es mejor permanecer callados, acumulando gotas en nuestro vaso de la paciencia, y así hasta el fin de los días.
Tras mucho tiempo observándome, estoy en proceso de cambio. Pero no es fácil.
Es mucho más gratificante escribir. Escribir aquí, pensando con calma. Con la oportunidad de borrar porque, que importante poder borrar y auto-editarse!!!.
Estoy cansado de ideales y principios inamovibles. De tradiciones absurdas. La humanidad ha avanzado en gran medida derribando muros que se hicieron para quedarse eternamente. Los imperios, las religiones, las ideas, los personajes que se re-interpretan, que evolucionan y cambian, o ajustan sus principios a las nuevas realidades.
También cambia la política. Tenemos conservadores defendiendo a los gays y progresistas de misa diaria.
Eso está bien. Salirse del cliché y reivindicar que las personas no somos de manual me parece algo positivo.
Nos queda aprender que llegar a un acuerdo con el adversario no supone una vergüenza por bajarse los pantalones, sino una victoria por sacar algo positivo de una situación de bloqueo.
Negociando se consiguen cosas.
Hay esperanza al fin y al cabo.

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