El comunismo es una idea, que en su base, es muy bonita. Inocente, como los cuadros naif, y esperanzadora, como la idea originaria de las religiones mayoritarias que, tienen como preceptos para sus fieles, la práctica de la caridad y la generosidad para con sus semejantes.
Lo malo es que, fuera del campo de la abstracción y el ideario teórico, la puesta en práctica del comunismo es, en si misma, del todo imposible, y por demás, generadora de profundas diferencias e injusticias.
¿a qué viene esto? Sencillamente, he tenido la peregrina idea de intentar descifrar, en términos coloquiales, de barra de bar, las diferencias y matices existentes entre marxismo, leninismo, stalinismo y maoismo (sobrio, eh?).
He empezado por la definición de maoismo, y me he cortocircuitado al segundo parrafo…que le vamos a hacer si uno ya no da pa’ más.
El caso es que, por lo que he entendido, el bueno de Mao pretendía hacer la revolución del proletariado teniendo como base al campesinado, para lo que se le ocurrió la feliz idea de cambiar azadas por fusiles para emprenderla a palos contra los latifundistas.
Claro, como la diferencia numérica entre campesinos y latifundistas era considerable, al final la Revolución consiguió su objetivo. Si, es cierto que unos cuantos campesinos se quedaron por el camino, pero mereció la pena. Ya se sabe, Revolución o muerte.
Pero claro, uno que es muy de sus cosas, me pongo a pensar que ya le vale al bueno de Mao. Si me pongo en la piel de un campesino, que vale, estaría explotado (pero vivo) puedo llegar a la conclusión de que también Mao me ha utilizado para no conseguir nada. Me explico, yo antes estaba dandole a la azada y lo que sacaba se lo llevaba el cabrón del terrateniente, dejandome lo mínimo para sobrevivir. Viene la revolución, y a la azada que le den por el pico, que yo cojo el fúsil y me cargo al terrateniente, o me matan en el intento. Como la azada está en el suelo, el campo lo cultivan mis niños (quizá mis huérfanos), y la producción desciende, con lo que nos sigue quedando el mínimo para vivir. Termina la revolución y lo celebro (o soy un héroe de la Revolución con un bonito monolito sobre mi cuerpo inerte) … pero, después de la celebración, me dan una palmada en la espalda y me vuelven a cambiar el fúsil por la azada. Sigue con lo tuyo, majete, y de lo que saques, nos lo llevamos para repartir entre los compañeros y te dejamos a ti una parte, que casualmente, coincide con la parte mínima que tenía antes de la Revolución. Algo no me cuadra y me quedo con cara de gilipuertas pensando que me la han vuelto a meter por el peor sitio. Otra vez, me han timao.
Soy consciente de que puede ser excesivamente simplista, y por ello invito a cualquiler avezado lector que se tope con estas estupidas líneas que me aclare algunos conceptos (en términos muy simples, eso si) y me responda a esta cuestión: en una sociedad comunista, en la que teoricamente todos somos iguales ¿quién elige y basado en qué criterios quién manda y quién obedece, quién coge el pack de azada y choza y quién el de Palacio y bastón de mando?
Bueno, ahí queda eso.
miércoles, 7 de abril de 2010
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