En un intento de quitar las telarañas de este rincón, me dispongo a desgranar lo que ha supuesto este mes, con más voluntad y buena intención que talento e inspiración, según se deduce del título.
Primera lección aprendida el último día del año pasado: San Silvestre sin dorsal ni cajón, nunca mais, o al menos no desde el final del todo. Aunque, como es de año en año, esto seguro que se me olvida el año que viene, pero bueno, semoh asín.
Definitivamente, soy demasiado viejo para mas sufrimiento voluntario y demasiado joven como para rendirme, así que me quedo en los diez kilómetros que es una distancia respetable y suficiente.
Climatológicamente, frio por un tubo. Noviembre, nos engaño con tardes tibias y melosas, y de repente, se puso a soplar en diciembre y todavía no lo ha dejado. No seré yo quién diga que antes no nevaba tanto, o que no hacía tanto frío, o que si esto se debe al cambio climático, o que esto se debe al capricho de los dioses. Lo único que digo es que, tengo ganas de que se acabe.
Recuerdo cuando era un joven, supongo que romático, mas que lo negara y muy a mi pesar, me gustaba la llegada del otoño y los primeros frios, la lluvia y el mal tiempo, pero ahora, que tampoco es que haya madurado mucho, me he hecho indudablemente más cascarrabias, y el frio, la falta de luz y el enclaustramiento no son buenas compañías para un caracter uraño. En fin, cosas de la edad.
Laboralmente, he puesto los pies encima de la mesa (no sobre). Me he plantado y he pedido lo que es mío. No con la esperanza de que me lo den, sino con al menos, la conciencia de que sepan que no soy tonto (no de remate). Tendrán que tomarse la molestia de lidiar con mi reclamación, y hacer frente a la incomodidad de decirme que no. Y sobre todo, lo más gracioso, va a ser oir las excusas y razones por las que me lo van a negar.
Y ahora hablando de cosas serias, la familia bien, gracias.
domingo, 31 de enero de 2010
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