Dado que mi prometedora carrera como corredor de medio fondo se vió truncada a mediados de Febrero, debido a una molesta e inoportuna rotura fibrilar, me he visto obligado a dejar de correr y apuntarme a un gimnasio.
No soy muy devoto de los templos del culto al cuerpo. No es por los olores, el pie de atleta y demás maravillas del mundo gimnástico. Mis problemas no son con la flora sino con la fauna que los habita.
Tenemos varios personajes, está la maruja o el señor particular barrigón intentando expiar sus muchos años entregados a los torreznos sin el más mínimo pudor, que sufren denodadamente para quedarse igual que estaban tras asaltar la nevera después de una sesión de tortura gimnástica. Luego están las chicas en operación bikini. Estas, son estupendas, están fenomenal, con sus curvas y sus levisimos (y encantadores) gramos de más, pero se entregan a un frenesí modela-gluteos-reduce-barriga sin fin. Una de las cosas que me entristece de este grupo es lo que sufren con sus permanentes mallas hasta el tobillo, aunque la temperatura sea de prostibulo camboyano, pero, ya se sabe: "antes muerta que me vean sin depilar"...
Está el grupo de los flaquitos que quieren dejar de serlo y atesorar algo de músculo entre huesito y huesito. Levantan todo el peso que pueden y se ponen rojos cual culo de mandril, al borde de reventarles una vena, o cualquier hernia.
Están los perfectos. Aquellos dioses apolíneos y diosas de la curva. Mirandose de reojo en los espejos, gustándose, sonriendo encantadoramente ante cualquier gesto. Se alimentan de los suspiros que provocan al pasar.
Y por fin, los que solo quieren hacer deporte, entre los que me incluyo, sin, aparentemente, otro objetivo. Estos son los peores. Con su aire de superioridad y suficiencia, critican a todos y se creen los más listos...
Bueno, el caso es que, como no me gusta llamar la atención, intento pasar desapercibido mimetizándome con el entorno. Para ello, aunque todavía no he pasado del saludo cortés con nadie, ya tengo mis frases preparadas para cuando surja la ocasiòn:
- Que pasa tío? que, ¿a trabajar un poquito el brazo? Muy bien chaval, luego te veo. Pues yo aquí a darle caña, ya ves. (todo como muy campechano y como sin darle importancia).
Otra cosa que me falta para mimetizarme es un tatuaje, un tatoo, vamos. Porque no se si lo sabéis, pero es quasi obligatorio. Soy el único del vestuario con la piel sin marcar y he notado que esto provoca ciertas sospechas. De hecho, ya he pillado a varios mirandome desde ángulos inverosimiles intentando descubrir donde lo llevo. Pues eso, que como no me veo yo haciendome uno para contentar al personal y de paso infartar a mi progenitora, busco calcomanias discretas para dar el pego. Preferentemente de letras chinas, o de runas élficas, o algo así...
viernes, 10 de abril de 2009
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