Dada mi naturaleza mas bien pasiva, mi carácter taciturno, y mi tendencia a la inacción por pereza y miedo a complicarme la vida, hasta ahora prefería no hacer planes. Las razones que me daba para ello eran de una solidez aplastante, a saber:
- ¿Para qué hacer planes si luego cualquier causa externa te los puede joder y luego te quedas con tres palmos de narices?
- Prefiero no hacer planes porque me siento más libre, sin ataduras ni obligaciones. Suficientes obligaciones contractuales tenemos ya como para adquirir otras obligaciones que nos ciñan, en nuestros momentos de ocio, a estar en un momento determinado en un lugar concreto. En definitiva, prefiero la improvisación a la obligación.
Y con estos principios vivía más feliz que una lombriz viendo pasar la vida desde el sofá de mi vida...
Pero, ay amigo, me casé y no contento con ello tuvimos niños. Al principio, ella era comprensiva con mis planteamientos, si bien hay que decir que ese principio duró unos cinco minutos desde el inicio del mi matrimoño. Luego empezó a exigir aquello tan temido por mi: PLANIFICACION Y ORGANIZACION.
Mi habilidades negociadoras consiguieron llegar a una especie de entendemiento que se alcanzó con un fifty - fifty más o menos honroso (aunque, como suele ocurrir en los matrimoños, en absoluto satisfactorio para las partes).
La rendición incondicional llegó de la mano de los niños. Estos sin argumentación alguna, sin lógica, sin dialectica elaborada me han hecho convencerme a golpe de realidad de la necesidad de "hacer planes", es decir, sacarles de casa con cualquier excusa o pretexto para que vayan con entusiasmo a destrozar un inmueble cuya hipoteca me es completamente ajena, o los tímpanos de otros sufridos mortales.
Vaya esta reflexión dedicada a todas aquellas personas que son (o han sido) mis amigos, familiares y demás gente acreedora de mi ingrato cariño. Si no os he llamado más o no nos hemos visto más, no es porque no os quiera, es solo porque... me parecía un follón terrible...
Que le vamos a hacer, soy así, aunque espero cambiar, o bien que me cambie mi familia (o de carácter, o por otro).
P.D.: Las vacaciones, bien gracias, como resumen puedo decir que no hemos parado.
P.D. (2): Pese a todo lo anteriormente expuesto, me reservo el derecho a que, de vez en cuando, mi naturaleza pasiva se apodere de mi algún sábado aislado y me pueda tocar las narices como antiguamente.
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