Hay conceptos que un día aparecen en tu vida y a los que no prestas atención. No recuerdo qué estaba haciendo la primera vez que lo oí, pero en mi línea habitual, no creo que prestara demasiada atención.
Si recuerdo en cambio la primera vez que, tras haberlo oído varias veces en diferentes contextos, realicé mi primera reflexión al respecto. No recuerdo el contexto exacto, pero más o menos era un político, o un avezado opinador político de mucho renombre, el que se quejaba del "populismo" argumentando que era demagógico y simplista. El término "demagógico" me retrajo inmediatamente a la primera vez en que tuve el impulso de coger un diccionario (cuando no existía el interné) para averiguar qué significaba aquel palabro.
Si no recuerdo mal, aquel impulso me lo dió Felipe González, que entonces era Presidente del Gobierno y parecía que nunca iba a dejar de serlo. Por entonces a mí me parecía un tipo políticamente habilísimo y, como ya digo, me parecía imbatible. Pero en aquel momento en el que se quejaba de la demagogia de no sé quién (supongo que de Aznar), atisbé una grieta, un principio de debilidad. Me sonó a "no vale tirar a trallón", y reconozco que me sonreí al vislumbrar un punto débil.
La RAE define la demagogia como
"Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder"
Claro, estamos hablando de un tío que, como Secretario General del PSOE, desde la Presidencia del Gobierno, había cambiado el país por completo, haciendo avanzar a la sociedad española enormemente, y no siempre en la línea de lo esperado por la ideología de su partido. Se había convertido en un Príncipe de Maquiavelo, al que le venía mal la demagogia de otro.
Pero el tiempo pasa, y los conceptos envejecen. Ahora no se habla de demagogia, que es un concepto que básicamente nadie entiende por falta de cultura política. En cambio, casi todos se basan en el populismo, y de hecho, acusan al adversario político de usar el populismo para hacer política.
El populismo se entiende mejor, sencillamente porque es más simple. Basta con reducir un problema a un vídeo de tik tok de 20 segundos. Está al alcance de todos con un mínimo de presencia física y que sepa articular un par de frases que se entiendan. Ya está.
No hace falta articular un largo discurso, en el que, tras analizar pros y contras, se llega a una conclusión más o menos debatible. No, ahora, se toma el problema, se elige una causa, y se le aplica una solución perfecta que no es debatible.
Es el triunfo del simplismo.
- ¿Te hacen una pregunta incómoda? Pues nada, dices que el periodista es un fascista, o comunista, o nazi, o machista, o negacionista, declinas dar explicaciones, y arreglado.
- ¿Te acusan de corrupción? dices que son todo mentiras, bulos, noticias fake, pseudomedios.
- ¿Te investigan los jueces? lo mismo, los jueces son fascistas, o comunistas, o machistas, etc.
El que no juega a ese juego, lo tiene mucho más difícil. Siempre será un medias-tintas, un acomplejado, un vendido, o un apestado.
Y no, definitivamente, no es lo mismo la demagogia de entonces del populismo de ahora.
Es peor.