sábado, 27 de julio de 2019

Unos mierdas

Tal cual.
Nuestros políticos son un atajo de mierdas.
Todos.
Los que yo he votado, también.
Entiendo que existan vetos a determinadas políticas. Entiendo, como una cuestión de coherencia ideológica, que un partido de izquierdas, por ejemplo, vete una medida de privatización de un servicio público básico; al igual que cualquiera entendería que un partido liberal no apoyara una medida de nacionalización de una empresa privada.
Pero lo que no tiene sentido es ser político y vetar a otro político por una cuestión personal, o a  partido político por una simple cuestión de estrategia electoral.
Un político está obligado a pactar con el diablo si hace falta, persiguiendo conseguir al menos una pequeña porción de las políticas con las que se ha comprometido con sus electores.
El escenario actual de mayoría simple es el idóneo para hacer política de verdad. Da igual que participes en el Gobierno o no. Lo que de verdad importa es que trabajes y negocies todos los días para mover las decisiones políticas hacia tus posiciones.
Se supone que alguien se mete en política porque quiere cambiar las cosas de todos. Porque está convencido de que sus principios son los correctos y serán aplicables y buenos para la mayoría. En consecuencia, la peor de las situaciones sería el inmovilismo, que es exactamente donde estamos hace un año ya (y lo que te rondaré morena).   
No, no se trata de una cuestión de sillones, ni siquiera de presupuestos. Se trata de hacer tu puto trabajo todos los días, y si después de una legislatura no has sido capaz de hacer nada en condiciones, deberás dejar paso a otro a ver si es más capaz que tu. 

Cada vez me cuesta más decidir mi voto porque no hay ningún partido que me convenza. Veo aspectos positivos y negativos en todos. Por tanto, no voto por convicción, sino por elegir lo que menos me disgusta. 
La próxima vez votaré cabreado. Eso, si voto.